La famosa bodega de Duero se atreve a combinar este coupage de hasta 4 variedades de uva que incluye el fruto de sus vasos viejos de albillo. Cepas de hace más de cien años aportan a este vino blanco un toque amargo, cuanto menos, interesante.
Criado en depósito con sus lías, fermenta en barricas de roble nuevo, lo que le confiere cuerpo y un marcado retrogusto. Entre sus aromas destacan la fruta de hueso (melocotón, albaricoque, ciruela), y notas de manzana verde… podemos sentir también un ligero rastro herbáceo que recuerda al fondo de salvia y al espárrago triguero.
Desde las tierras altas del Duero, llega un vino tremendamente sabroso, de nariz compleja y agradable, muy distinto a cualquier otro blanco de la zona. No apto para quienes buscan vinos blancos ligeros para tomar despreocupadamente, este vino requiere cierta atención, aunque es menos graso que su hermano mayor y presenta toques amielados que suavizan su impacto en la garganta.
Un blanco con alma de tinto. Atrevimiento de una bodega que está dando mucho que hablar.