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Empecemos por el principio: rompiendo mitos.

Si crees que los blancos son vinos jóvenes, frescos, de consumo rápido y ligero, y que sólo los tintos son capaces de ofrecerte una experiencia compleja, te equivocas. ¡Y mucho!

Existen vinos blancos que, debido a su acidez, crianza o trabajo en bodega, se convierten en auténticas obras de arte para los sentidos, con una capacidad de evolución que nada tiene que envidiar a los clásicos crianzas o reservas. A estos blancos empoderados, a menudo desconocidos para el aficionado, se les llama “blancos de guarda”.

¿Qué es un blanco de guarda? (Sin rodeos)

Un blanco de guarda es un vino blanco pensado para evolucionar bien con el tiempo: gana complejidad, textura y matices con 2–10 años (o más) de botella, según estilo. Suelen compartir buena acidez, trabajo de lías y/o crianza en barrica, además de uvas y terroirs con estructura. 

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Las tres claves para un blanco de guarda longevo

  • La acidez es el chasis: firme, elegante y sin estridencias. No buscamos un vino punzante, sino esa tensión que mantiene la fruta viva cuando pasan los años. Si la columna vertebral es buena, el resto se ordena solo.
  • Las lías funcionan como una crema invisible. Redondean, protegen y añaden ese volumen amable que hace que un blanco gane cuerpo sin perder frescura. Cuando hay trabajo de lías, los meses en botella se notan en la boca: más untuosidad, parece que el tacto al paladar es más sedoso y permanece más.
  • La barrica oxigena despacio, pule aristas y aporta estructura. Si al principio asoma un poco, el tiempo suele colocarla en su sitio y el vino respira mejor. Debe ser un recuerdo, un susurro… nunca una voz protagonista.
    Y luego, está el origen, como base de todo: viñas con historia, altitud que refresca, suelos con carácter. Cuando la materia prima es seria, el vino madura con naturalidad.

¿Todos los blancos de guarda son iguales?

No, se trata del conjunto: Acidez firme + lías + barrica discreta + viñedo con personalidad = recorrido en botella.

Cómo guardar un blanco de guarda: temperatura, luz y servicio

La temperatura estable entre 11–13 °C es su zona de confort. Las subidas y bajadas aceleran el reloj del vino; mejor un rincón fresco de la casa o una vinoteca pequeña que la cocina, que es su enemigo natural. La luz directa y las vibraciones tampoco le sientan bien.

Si lleva corcho natural, déjalo en horizontal para que la humedad haga su parte (el vino respira a través del corcho y debe estar en contacto con él). A la hora del servicio, piensa en equilibrio: 10–12 °C para estilos con lías o barrica; un poco menos si es más ligero. Si lo notas tímido al abrir, aire en copa y listo: en unos minutos suele enseñarte su mejor cara.

La ventana de consumo no es una fecha de caducidad, es una horquilla. Hay botellas que brillan a los 2–3 años, otras agradecen 5-6. Truco de aficionado feliz: compra dos; abre una ahora y guarda la otra 12–24 meses. Comparar esas dos “fotos” del mismo vino es parte de la diversión.

En definitiva:

  • Evita calor, luz y vaivenes; 11–13 °C y calma.
  • Sirve a 10–12 °C, deja que respire y juega con la doble cata (ahora vs. futuro).
  • Disfrútalo al cabo de 2-6 años.

Recomendaciones Dicomar: 8 blancos de guarda por estilo

Ocho estilos para entender cómo cambian los blancos cuando hay lías, barrica y buena acidez. Del clasicismo riojano al pulso atlántico, aquí tienes opciones con recorrido real en botella (ordenados por precio).

Premiado e increíblemente económico, desde Navarra:
60 Noches Blanco (Malón de Echaide)

Entrada perfecta al mundo de los blancos con barrica: tostados finos, fruta viva y una acidez que lo mantiene ágil. Ideal para abrir ahora y guardar otra botella un par de años.

Consumo: 1–3 años.

Garnacha blanca sobre lías:
Unsi Terrazas Blanco

Textura cremosa, boca sabrosa y un final seco que pide comida. Un blanco honesto y tremendamente gastronómico de nuestra tierra, Navarra, para quien quiere notar claramente el efecto de las lías sin perder frescura. 4 mesecitos de barrica de roble francés lo redondean.

Consumo: 1–4 años.

Prueba una garnacha de guarda con Unsi Terrazas Blanco

42 Zura (Gorka Izagirre):
Txakolí con madera fina

Sí, también el Txakolí puede ser un blanco de guarda. La madera suma estructura sin robar protagonismo a la parte salina y fresca del txakoli y este 42 Zura, es el ejemplo ideal para quien busca un blanco vasco con más anchura y recorrido.

Consumo: 2–5 años.

Prueba en 42 Zura un txakolí de guarda con una estructura increíble.

Lapola (Dominio do Bibei): un vino atlántico con nervio

Las uvas godello, albariño y doña blanca se combinan para dar volumen y sabor a este coupage. Tiene fondo, cierta verticalidad y un final que deja ganas de seguir probando la evolución.

Consumo: 2–7 años.

Para un perfil atlántico con recorrido, este godello de guarda es apuesta segura: Lapola.

Conde de los Andes Blanco: viura con lías y barrica

Crema y frescura bien agarradas de la mano: las lías aportan volumen sin perder tensión, y la barrica en la que fermenta 6 meses, consigue exactamente lo que se propone: redondear sin tapar. Un blanco muy agradecido con el paso del tiempo.

Consumo: 2–6 años.

Prueba este blanco fermentado en barrica y descubre lo que hacen las lías.

Pago de Otazu Chardonnay Crianza: chardonnay con lías

Chardonnay de Navarra con roble francés y trabajo de lías: fruta madura bien definida, toques de panadería muy sutiles y un paso firme que promete buena evolución.

Consumo: 2–6 años.

Ver el chardonnay de guarda Pago de Otazu Chardonnay Crianza

Rioja de corte clásico afinado — Montes Obarenes (Gómez Cruzado)

Viura y tempranillo blanco trabajados con precisión: fruta blanca nítida, boca larga y roble en su sitio. Perfil elegante, perfecto para mesa y para ver cómo gana finura en botella. Un gustazo lo que esta pequeña bodega del Barrio de la Estación de Haro es capaz de hacer con su blanco.

Consumo: 3–8 años.

Descubre este blanco con crianza de Gómez Cruzado.

Rioja con poso y recorrido: Remelluri Blanco

Un blanco de guarda de viura, la uva más característica de la región. Frescura, capas y una sensación de “vino serio” que no pesa: cada sorbo invita a mirar cómo va abriéndose. Es de esos blancos que agradecen tiempo y copa grande. Un regalo seguro.

Consumo: 3–10 años según añada.

Si buscas un blanco de guarda de Rioja excepcional, prueba Remelluri Blanco.

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